martes, 20 de diciembre de 2011

Valo: Prologo


Aquel día ocurría algo muy extraño por todo el mundo, quizás aquello fuera algo bueno o algo malo ; pero aquel día ningún ser abandonó el mundo de los vivos, nadie murió, ningún alma abandono su cuerpo o como vosotros queráis llamarlo. ¿ Donde estaba la muerte? Esa parecía la pregunta que todo ser viviente se hacia en aquellos momentos. Las personas que debían morir, no lo hacían, la humanidad comenzó incluso a pensar que habían vencido a la muerte, un regalo de Dios se atrevían a decir. Pero quizás no tuvieran razón puede que la muerte se hubiera tomado un día de descanso debido a su ajetreado y agotador trabajo. Pese a ser un día sin muerte no hacia muy bien tiempo, el cielo se mostraba oscuro y nublado, amenazando una gran tormenta con litros y litros de agua, sin embargo no lo hacia y era bastante extraño ¿ y si el cielo se estaba quejando de algo? Pero más bien la gente debido quizás a su pensamiento medieval y su terror al año 1000 pensó que llegaba el juicio final. Pero de nuevo evidentemente se equivocaban.

La muerte en su morada se acariciaba el vientre mientras miraba a algunas de sus damas y sacerdotisas, había empezado a sentir contracciones, pero se resistía a dar a luz sin el padre de su hijo. ¿Donde se había metido?. Suspiro mientras aguantaba el dolor, no podría aguantar mucho más, el niño quería nacer y ella no podía impedírselo. Sus damas habían dispuesto todo para el parto. Miraban a su señora la cual le susurraba cosas al niño para que esperara un poco más, pero había llegado la hora. La muerte no tuvo más remedio que ceder, él nacería aunque su padre no estuviera presente en el parto. Las sacerdotisas que no atendían el parto esperaban a que el amante de la muerte apareciese, todos los días lo hacía ¿ porque hoy no? Por ese motivo muchas de las damas cuchicheaban si que su señora las oyese:

  • Finalmente la ha abandonado.
  • Pero eso es más propio de mortales.
  • Ya le dijimos que los ángeles no era muy de fiar.

Entre los cuchicheos y habladurías comenzaron a resonar los llantos del naciente, los cuales inundaban cada rincón de la morada como si ese llanto fuera el mas propio de un alma en pena. Las damas se giraron y corrieron a la habitación de la muerte para ver al niño. El recién nacido lloraba mientras miraba a su alrededor con sus grandes y curiosos ojos negros. Las sacerdotisas mas jóvenes sonrieron enternecidas ante la visión del pequeño, las mas ancianas o mayores lo limpiaban y lo preparaban para que su madre pudiera cogerlo en brazos por primera vez. La muerte esperaba ansiosa y agotada que le entregaran a su hijo, él a diferencia de su padre no la abandonaría tan cruelmente, nunca permitiría que eso pasara. Tras un largo rato por fin pudo coger a su hijo en brazos. Sonreía aunque en sus ojos se veía una profunda tristeza, miraba a su hijo a los ojos mientras acariciaba su suave y blanca piel. Era un momento enternecedor que hacia que la muerte pareciese mas humana que nunca.

A las damas había algo que parecía llamarles más la atención, unas marcas negras bajo los ojos del niño y otra en su espalda pareciendo el dibujo de unas alas.

  • ¿Que son esas marcas? - preguntaba una mientras todas abandonaban el dormitorio de su señora -.
  • Solo he visto algo parecido en algunos ángeles caídos, no se si sera una buena señal – decía una de las mas ancianas-.
Una risa masculina corto la conversación entre las mujeres ¿ él finalmente había venido?; pero había llegado tarde, y ¿porque esa risa? . Se giraron para poder mirar mejor a aquel hombre, no era él, algo impresionadas, no pudieron evitar que entrara como en su casa a la habitación de la muerte.

La muerte acunaba a su hijo mientras le cantaba una dulce y hermosa canción de cuna. Aparentemente si nadie sabia realmente quien era ella pensarían que es una hermosa y joven madre acunando a su hijo entre mimos. Pese a la creencia popular la muerte no era un tétrico esqueleto encapuchado que da mal royo. Su imagen era la de una dama aparentemente humana de cabellos tan negros como el propio abismo, iguales a los de su retoño, de piel blanquecina llegando a darle una apariencia frágil y enfermiza, y con unos grandes y hermosos ojos verdes los cuales le daban un toque frió o dulce según las circunstancias. Escuchó como la puerta se abría y miró con la esperanza de encontrarse a su amado; su expresión cambio completamente al ver de quien se trataba realmente, por tanto abrazo a su hijo con fuerza:

  • ¿Qué es lo que deseas arcángel? - le pregunto al hombre el cual se acercaba a ella decidido y sin dudar-.
  • ¿Cómo se llama el pequeño?- le preguntó ignorando totalmente su pregunta.

La muerte miró a su hijo dormido entre sus brazos. Su nombre... no había pensado en ello. Ella no había tenido un nombre por tanto no pensó en ello. Beso la frente del niño y suspiró:

  • Él se llama.... se llama... Valo.. Valo du Mort ¿ porqué deseas saber su nombre?

El arcángel se acerco a ella todo lo que pudo y sonrió levemente

  • Para que pueda ser bautizado.

Ella negó con la cabeza y aflojo levemente el abrazo del niño.

  • él no será bautizado, no pertenece ni al cielo ni al infierno, es un ser neutral como lo soy yo

El arcángel negó y cogió al niño contra la voluntad de su madre, pero ella tras el parto estaba débil y fácilmente pudo con ella

  • DAMELO! ES MI HIJO!!

El arcángel simplemente desapareció de ayi. La muerte gritó impotente. No podían llevárselo, su tan deseado hijo, no podían arrebatárselo. Las damas corrieron hacia su habitación encontrándola llorando desconsoladamente. No podía creerlo y si su amado la traicionó y solo quería conseguir un poder semejante al de ella pero bajo las ordenes de Dios; pero eso no podía ser, alteraría el orden del universo, no se podía matar a un ser al cual aun no le había llegado la hora. Ahora ella estaba llena de rabia, odio y dolor, si querían muertes sin sentido las tendrían.

Mientras tanto el arcángel llevaba en brazos al pequeño y durmiente Valo, el propósito por el cual había sido arrebatado de los brazos de su madre, ella misma lo había averiguado. Antes de bautizare le llevó ante su padre, en esta ocasión los pensamientos de la muerte y sus damas estaban totalmente equivocados. Él no había abandonado a su amor, estaba retenido, encadenado en una celda. El arcángel camino hasta los barrotes y le mostró al pequeño.

  • Aquí tienes a tu hijo, Valo, mirale bien puesto que lamentablemente para ti tus recuerdos se borraran

Valo despertó, al no ver con él a su madre comenzó a llorar, su padre, el cual le miraba entristecido, se acercó todo lo que sus cadenas le permitieron intentando consolarle. Uno de los guardias de las celdas se acercó al niño para hacerle callar, su llanto era molesto, le miro a los ojos, y el pequeño le devolvió esa mirada. Seguidamente el guardia calló muerto, sin vida ni alma al suelo. El arcángel tragó saliva y tapando los ojos del niño salió de ayi dejando a su padre al igual que a su madre, impotente y desolado.