martes, 7 de junio de 2011

5... Hyde y Laurent 1ª parte

Conforme pasaron los años nacieron más y más niños, parecía que ya nadie les echaba cuantas a aquellos 5 niños que rompieron la maldición, ahora ellos tenían 18 años y su niñez ya había pasado.

Hyde ayudaba a su padre en el laboratorio mientras escucha los sollozos de su madre y de su hermano, quedarse en silencio le reventaba por dentro; pero no quería provocar la ira de su padre. Hyde preparaba las mezclas de manera mecánica, mientras infinidad de cosas pasaban por su cabeza, algunas contradecian a otras, él era un gran barullo mental.
la puerta sonó, "otro cliente loco de mi padre"  pensó Hyde haciendo de pronto un montón de ruido para así tapar los llantos. No era ningún cliente, era el General, Hyde le miró con su frió rostro falto de emociones, tragó saliva y miró al hombre sobrecogido, pero exteriormente Hyde parecía de mármol.
El silencio se apoderó del ambiente en el laboratorio y los sollozos de Laurent empezaron a oírse levemente, el General miró entonces a Hyde preocupado.
- ¿ qué le ocurre a Laurent? - le mira serio esperando quizás que la coraza que a todo niño se le enseña se res quebrajara y mostrara alguna emoción, aunque fuera solamente en sus ojos-.
- Es idiota, no aprende, no debe mostrar emociones, los sentimientos son malos, no debemos exteriorizarlos, nunca aprende - fue la respuesta que dio Hyde casi en susurros-.
El General le coge por los hombros mirando su rostro, seguidamente se aleja de él:
- Hyde... ¿puedo subir ha hablar con tu padre?
Hyde entonces dio un paso hacia atrás y ocultó su cara tras sus largos cabellos de color madera.
- ¡No!...digo.. padre no está fue a buscar.. elementos...
El General suspira y mira al chico curioso por su reacción:
- Hyde... los sentimientos no son malos... solo nos hacen imperfectos ... pero - guardo silencio y volvió a suspirar - los predicadores os han comido el cerebro a todos los jóvenes - tras decir esto se marchó-.
Hyde subió las escaleras que daban a l parte del edificio donde residian, un pequeño hilo de color rubí fluía cayendo por las escaleras. Abrió la puerta y un grito agónico salio de su garganta, seguidamente todo quedó en silencio.