viernes, 30 de julio de 2010

Limberg 2ª y ultima parte


Busco mi teléfono móvil por toda mi habitación pero no lo encuentro, histérica por no encontrarlo me siento en la cama y desde el filo exterior de mi ventana oigo mi móvil sonar, extrañada corro hasta la ventana, allí esta el teléfono y junto a él una nota, la cojo mirándola, en ella hay escrita con una perfecta caligrafía una frase “ os dejasteis este aparato en mi mansión” Me quedo fría tirando sin percatarme el teléfono al suelo, ahora se que no fue un sueño…¿qué es él? ¿Qué quiere de mí?

Decido volver a la mansión del bosque, aun es de día, así volveré a casa antes del anochecer. Llego al gran caserón; desde fuera parece inhabitado, abro la verja que da a su jardín, esta perfectamente cuidado lleno de rosales, aquella noche ni me fije en este aspecto de la mansión, tras un minuto contemplando su belleza entro en la mansión, la puerta estaba abierta, como si me invitara a pasar, todo en su interior parece sacado de una película de época; las ventanas están totalmente cerradas de modo que no entraba ni un misero rayo de sol, subo las escaleras que conducen al piso de arriba, alumbrando el camino con la luz del móvil, es curioso… todas las habitaciones están abiertas excepto una, giro el pomo de la puesta de esa habitación recordando en mi mente “ la curiosidad mato al gato” pero no puedo evitarlo es como si la puerta me obligara a abrirla, cierro los ojos y entro en la habitación cogiendo aire, esta toda iluminada por un circulo de velas, y en su centro un ataúd.

Una corriente de aire apaga las velas y suena un crujido desde el interior del ataúd, lo alumbro con la luz del teléfono y antes de poder mirarlo noto una respiración en mi nuca , grito, grito con todas mis fuerzas y corro hasta la ventana, es la única salida que veo, pero él se pone en medio;



- Tranquila no te voy a hacer daño – me dice Limberg con voz dulce y pausada -.



Esa voz… me deja sin casi poder respirar, acaricia mi rostro, su tacto es tan frío… mi cuerpo vuelve a no responder a mis ordenes pero estoy consciente, él esta parado delante de mi, serio, tengo miedo de lo que pueda hacer conmigo. Me coge en brazos y me lleva a otra habitación, tumbándome en una gran cama que hay allí, cuando estoy tumbada me tapa con una manta, estoy fría como un muerta e intenta darme calor, se sienta junto a mi y sonríe, ahora me fijo en sus dientes, en sus colmillos más largos de lo habitual… si va a matare…que lo haga ya…no aguanto más:



- Os doy miedo lo sé, deberíais tranquilizaros, no voy a haceros nada, cuando estéis bien os llevaré a la ciudad para que podáis volver a casa – me dice con un tono de voz que transmite preocupación-.



Habla como lo hacían antaño, debe tener siglos de edad; pero parece tan joven. Me deja sola en la habitación, todo se queda en silencio y me quedo profundamente dormida y despierto al día siguiente, junto a la cama hay una meda de té llena de comida de todo tipo, me incorporo buscando a Limberg con la mirada, no esta, suspiro y miro la comida hambrienta y cuando pestañeo allí esta con una bandeja con más comida:



- Comed, no me acuerdo muy bien de cocinar, hace mucho que no necesito hacerlo, y no sabía que clase de comida os gusta por lo que he comprado de todo – sonríe alegremente consiguiendo arrancarme una sonrisa-.



Como un poco y despacio, tengo su alegre mirada clavada en mi, cuando a los dos bocados dejo de comer su expresión cambia a desilusión, verle así me rompe el corazón en mil pedazos, no es que no me guste la comida, sino que al saber que me mira me siento incomoda; pero para no verle triste como de todo lo que a traído, incluso de lo que ha cocinado para mi, al verme comer como un animal vuelve a alegrarse e incluso ríe, para ser un vampiro no parece tan terrorífico como les ponen en las películas y novelas, al terminar de comer se hace un gran silencio, tengo curiosidad por saber quien es él, su historia, asíque decido preguntarle :



- ¿Cómo llegaste a ser…lo que eres? – evito la palabra vampiro por si acaso le molestara-.



Limberg me mira y sonríe, camina hacia la cama y se sienta a mi lado:



- Fue en el siglo XVI, yo tenia 19 años y el mismo aspecto que tengo ahora, una especia de teatro llegó a la ciudad y tuve que acompañar a mi prima para verlo, ya que mi tío no la dejaba ir sola – hace una pausa mirándome y sonriendo – la función era aburrida hasta que salio la actriz protagonista, era realmente hermosa y atrayente, verdaderamente su efecto era sobrenatural, todos los hombres la observaban con miradas lasciva, pero mi atención solo la tubo durante unos segundos, no me llamaba la atención, por aquel tiempo yo estaba enamorado de otra dama – suspira tristemente – al acabar la función uno de los actores secundarios se acerca a mi diciéndome que Lady Noir quería que acudiera a sus camerinos, yo no quería ir a verla; pero mi prima me obligo y ella se marchó con una amiga, no quería volver a verme a no ser que le llevara un autógrafo de la actriz, llegue al camerino, allí estaba Lady Noir tapada con una fina bata de seda roja, caminó hacia mi y me preguntó con voz seductora si no había sido de mi agrado la función, por aquel entonces yo era demasiado borde por lo que le dije que observar a mi perro dormir me parecía mucho más interesante, ella se echo a reír con mi respuesta y yo caminé hacia la puerta, como despedida me dijo que pronto el humano mas bello la acompañaría en el escenario, extrañado por su respuesta volví a mi casa – hace una pausa para mirarme y vuelve a sonreír al verme metida en la historia – durante una semana no paraba de recibir citaciones de ella, pero yo nunca acudía, por las noches mientras dormía llegué a sentir su presencia; pero cuando me despertaba no había nadie, al cabo de la semana apareció el cadáver de mi amada con dos marcas en el cuello y desangrada…, la tristeza empezó a consumirme, pasaba las noches en el cementerio tocando el violín, una noche apareció ella en el cementerio e intento que la tomara sobre la tumba de la mujer a la que amaba, al ver mi negación se abalanzó sobre mi cuello bebiendo de mi sangre, me dejo en la línea entre la vida y la muerte, no quiero matarte me dijo, mi respuesta fue decirle que yo si quería la muerte, entonces me miro con odio se hizo un corte en la muñeca y me obligo a beber de su sangre – para de relatar su historia y me mira a mis ojos ansiosos por saber más – mi cuerpo empezó a dolerme, sentía como moría, ella estaba de pie mirando como agonizaba hasta que deje de sentir dolor, me mire las manos eran muy pálidas ahora, sentí miedo, pánico por lo que ahora era, ni siquiera tenía las marcas de su mordedura en mi cuello, y así es como me convirtieron en lo que ahora soy.



El relato de aquella historia me conmovió y estremeció, tan bello ser y tan triste pasado; pero quiero saber más de él, que pasó después de su conversión:



- Sabéis mi nombre, pero yo no se el vuestro – me dice mirándome las zapatillas -.

- Amy – le doy mi nombre confiando en él -.

- Bien Amy sé que queréis saber más sobre mi, puedo leeros la mente – sonríe encantadora e inocentemente-.



Al ver esa sonrisa siento mi corazón palpitar rapidamente, sus colmillos ahora son más largos, antes de que me de un ataque de ansiedad siento sus fríos labios sobre los míos, cierro los ojos sintiendo su suave y frío beso:



- Me gusta vuestra mente y me gusta vuestro corazón - me dice mientras acaricia mi mejilla – pero convertirte seria egoísta por mi parte y me odiaría eternamente por ello.

- Tienes sed ¿me mataras? – mi voz apenas suena-.

- No – miro sus labios mientras se niega a matarme –



Vuelve el silencio, el incomodo silencio, abrazo mis rodillas deseando volver a sentir sus labios en los míos, me levanta la cabeza quedándonos mirándonos a los ojos, con un dedo recorre mis labios antes de volver a besarlos:



- ¿Queréis que os cuente como llegué hasta aquí? – me pregunta mirándome a los ojos-.

- Si – le digo firmemente y él me mira con una sonrisa-.

- Lo primero que vi tras renacer en las tinieblas fue a ella riéndose de mi, los ángeles de piedra del cementerio parecían mirarme y llorar por mi destino, ella paró de reírse, mirándome sonreía y me preguntó mi nombre, me quede pensando, para mi familia tendría que estar muerto, me negaba a que supieran lo k yo era ahora; por lo tanto le di un nombre falso, Limberg, ese fue el nombre y por el cual me conocen desde aquel momento, la vampira me sacó del cementerio y me llevó junto a su compañía de teatro, todos eran vampiros – hace una leve pausa – Allí vi que esa misma noche también habían convertido a una joven noble, ella me reconoció y corrió hasta mi abrazándome, pero Lady Noir la apartó de mi rápidamente, ella me enseño todo lo que podría necesitar saber un vampiro novato aquella misma noche, durante un mes puse en practica aquellos conocimientos, hasta que un día al llegar al teatro para dormir vi en el suelo lo que había sido la cena de mi conversora, me acerque a ella y al verla…la ira se apoderó de mi, aquel cadáver esa mi hermana – una lagrima asomó por sus ojos – todos descansaban en sus ataúdes y yo abrazaba a mi hermana, la joven novata se acercó a mi secando mis lagrimas con los pulgares, me quito el cadáver de las manos diciéndome que ella la llevaría a casa, aun faltaba una hora para que saliera el sol abrí todas las ventanas para que una vez amanecido entrara la luz, después destape todos los ataúdes, todos estaban dormidos por lo que no se dieron cuenta de nada, Salí del teatro, fuera la otra vampira me esperaba montada en un carruaje sin ventanas, monté con ella, juntos nos alejamos de allí y pasamos 30 años en las sombras , después de ese tiempo decidí alejarme de todo, los fantasmas del pasado me perseguían mientras dormía, a deje a ella sola y llegue a esta mansión, los que la habitaban eran unos jóvenes nobles, usando los poderes que como vampiro había adquirido, hice que los nobles huyeran y que todo el mundo pensara que esta casa estaba maldita, decidí dormir para siempre – me sonríe – pero vuestra presencia me despertó.

- ¿Mi presencia? – le pregunto extrañada -.

- Os caísteis en el bosque y vuestras rodillas sangraron, el olor de lustra sangre me llevó hasta vos; pero me negué a matarte me visteis y me seguisteis, el resto de la historia la sabéis – sonríe como si lo que explicara fuera lo más normal del mundo-.

- Dime como te llamabas antes – le digo curiosa-.



Me mira serio, creo que he metido la pata, se levanta cojiendome en brazos, no se que hacer, me lleva hasta su ataúd, en la tapa se puede leer un nombre, su nombre, Luc de Lepoint, le miro a los ojos, solo he estado unas pocas horas con él; pero ahora creo que le necesitare toda mi vida; aunque él no quiere convertirme, abre la tapa con una patada y me tumba dentro, me incorporo mirándole, él esta arrodillado, me acaricia el rostro y el cuello:



- No te vallas de mi lado – le susurro al oído -.



Siento su mordedura, como bebe de mi sangre y como con cada trago que da de ella mi vida se esfuma; pero para antes de que mi corazón deje de latir, le miro temerosa, besa mis labios y se hace un sencillo corte en la muñeca dándome de beber su sangre, bebo de ella, jamás pensé que no desearía parar, me aparta con delicadeza, mi cuerpo comienza a dolerme, parece como si hubiera bebido el mas sabroso veneno, mi corazón se para; pero sigo consciente, vuelve a latir y mis ojos dejan de verlo todo tan tétrico, ahora lo veo algo más mágico, miro a Limberg, la atracción que ejerce sobre los humanos ya no me afecta,. Pero no era su atracción lo que he visto en él, le abrazo, su tacto ya no es tan frío.



- ¿Quién eres? – me preguntó-.



Le miro extrañada, pero comprendo lo que quiere decirme, Amy a muerto y ahora debo adoptar otro nombre, pero para mi adoptar otra identidad es como ser alguien distinto, al verme preocupada Limberg me abraza y susurra en mi oído “lo siento”, siento su dolor por haberme convertido, mi don de las tinieblas, puedo sentir sus emociones: pero no se lo que piensa, él está a punto de romper a llorar, no quiero verle así, desesperada consigo mirarle a los ojos, pienso rápidamente un nombre cualquiera:



- Aisha – le digo sintiéndome impotente ante su dolor -.



De pronto el dolor cambia a alegría, jamás pensé que una persona pudiera cambiar de ánimo tan rápido, me sonríe, me sigue enamorando esa sonrisa, es tan perfecta…





Han pasado los años, al ver la noticia de mi desaparición nos mudamos a la vieja Europa, llevamos 50 años aquí, él sigue causándome el mismo efecto que al principio, me sigue atrayendo y enamorando su forma de ser; pero no puedo soportar el peso de las muertes que causo, decido dormir, no sin pensar en sus sentimientos, aunque siento que esta dolido sorprendentemente para mi él decide dormir junto a mi hasta que algo nos despierte, quizás no lo hagamos nunca, quien sabe, quien lea esto ya sabe mi historia, no fui asesinada ni nada por el estilo, como se insinuó en las noticias, simplemente cambie mi vida por…¿amor?



lunes, 19 de julio de 2010

LA DAMA DE SHALOTT

LA DAMA DE SHALOTT

I

A ambos lados del rio se despliegan

sembrados de cebada y de centeno

que visten la meseta y el cielo tocan;

y corre junto al campo la calzada

que va hasta Camelot la de las torres;

y va la gente en idas y venidas,

donde los lirios crecen contemplando,

en torno de la isla de allí abajo,

la isla de Shalott.

El sauce palidece, tiembla el álamo,

cae en sombras la brisa, y se estremece

en esa ola que corre sin cesar

a orillas de la isla por el rio

que fluye descendiendo a Camelot.

Cuatro muros y cuatro torres grises

dominan un lugar lleno de flores,

y en la isla silenciosa vive oculta

la Dama de Shalott.

Junto al margen velado por los sauces

deslízanse tiradas las gabarras

por morosos caballos. Sin saludos,

pasa como volando la falúa.

con su vela de seda a Camelot:

mas, ¿quién la ha visto hacer un ademán

o la ha visto asomada a la ventana?

¿O es que es conocida en todo el reino,

La Dama de Shalott?

Sólo al amanecer, los segadores

que siegan las espigas de cebada

escuchan la canción que trae el eco

del río que serpea, transparente,

y que va a Camelot la de las torres.

Y con la luna, el segador cansado,

que apila las gavillas en la tierra,

susurra al escucharla: "Ésa es el hada,

La Dama de Shalott".

II

Allí está ella, que teje noche y día

una mágica tela de colores.

Ha escuchado un susurro que le anuncia

que alguna horrible maldición le aguarda

si mira en dirección a Camelot.

No sabe qué será el encantamiento,

y así sigue tejiendo sin parar,

y ya sólo de eso se preocupa

la Dama de Shalott.

Y moviéndose en un límpido espejo

que está delante de ella todo el año,

se aparecen del mundo de las tinieblas.

Allí ve la cercana carretera

que abajo serpea hasta camelot:

allí gira del río el remolino,

y allí los más cerriles aldeanos

y las capas encarnadas de las mozas

Pasan junto a Shalott.

A veces, un tropel de damiselas,

un abad tendido en almohadones,

un zagal con el pelo ensortijado,

o un paje con vestido carmesí

van hacia Camelot la de las torres.

Y alguna vez, en el azul espejo,

cabalgan dos a dos los caballeros:

no tiene caballero que la sirva

la Dama de Shalott.

Pero aún ella goza cuando teje

las mágicas visiones del espejo:

a menudo en las noches silenciosas

un funeral con velas y penachos

con su música iba a Camelot;

o cuando estaba la luna en el cielo

venian dos amantes ya casados.

"harta estoy de tinieblas", se decía

la Dama de Shalott.

III

A un tiro de flecha de su alero

cabalgaba él en medio de las mieses:

venía el sol brillando entre las hojas,

llameando en las broncíneas grebas

del audaz y valiente Lanzarote.

Un cruzado por siempre de rodillas

ante una dama fulgía en su escudo

por los remotos campos amarillos

cercanos a Shalott.

Lucía libre la enjoyada brida

como un ramal de estrellas que se vé

prendido de la áurea galaxia.

Sonaban los alegres cascabeles

mientras él cabalgaba a Camelot:

y de su heráldica trena colgaba

un potente clarín todo de plata;

tintineaba, al trote, su armadura

muy cerca de Shalott.

Bajo el azul del cielo despejado

su silla tan lujosa refulgía

el yelmo y la alta pluma sobre el yelmo

como una sola llama ardían juntos

mientras él cabalgaba a Camelot.

Tal sucede en la noche purpúrea

bajo constelaciones luminosas,

un barbado meteoro se aproxima

a la quieta Shalott.

Su clara frente al sol resplandecía,

montado en su corcel de hermosos cascos;

pendían de debajo de su yelmo

sus bucles que eran negros cual tizones

mientras él cabalgaba a Camelot.

Al pasar por la orilla y junto al rio

brillaba en el espejo de cristal.

"tiroliro", por la margen del rio

cantaba Lanzarote.

Ella dejó el paño, dejó el telar,

a través de la estancia dio tres pasos,

vio que su lirio de agua florecía,

contempló el yelmo y contempló la pluma,

dirigió su mirada a Camelot.

Salió volando el hilo por los aires,

de lado a lado se quebró el espejo.

"Es ésta ya la maldición", gritó

la Dama de Shalott.

IV

Al soplo huracanado del levante,

los bosques sin color languidecían;

las aguas lamentábanse en la orilla;

con un cielo plomizo y bajo, estaba

lloviendo en Camelot la de las torres.

Ella descendió y encontró una barca

bajo un sauce flotando entre las aguas,

y en torno de la proa dejó escrito

La Dama de Shalott.

Y a través de la niebla, río abajo,

cual temerario vidente en un trance

que ve todos sus propios infortunios,

vidriada la expresión de su semblante,

dirigió su mirada a Camelot.

Y luego, a la caída de la tarde,

retiró la cadena y se tendió;

muy lejos la arrastró el ancho caudal,

la Dama de Shalott.

Echada, toda de un níveo blanco

que flotaba a los lados libremente

-leves hojas cayendo sobre ella-,

a través de los ruidos de la noche

fue deslizándose hasta Camelot.

Y en tanto que la barca serpeaba

entre cerros de sauces y sembrados,

cantar la oyeron su canción postrera,

la Dama de Shalott.

Oyeron un himno doliente y sacro

cantado en alto, cantado quedamente,

hasta que se heló su sangre despacio

y sus ojos se nublaron del todo

vueltos a Camelot la de las torres.

Cuando llegaba ya con la corriente

a la primera casa junto al agua,

cantando su canción, ella murió,

la Dama de Shalott.

Por debajo de torres y balcones,

junto a muros de calles y jardines,

su forma resplandeciente flotaba,

su mortal palidez entre las casas,

ya silenciosamente en Camelot.

Viniendo de los muelles se acercaron

caballero y burgués, señor y dama,

y su nombre leyeron en la proa,

la Dama de Shalott.

¿Quién es ésta?¿Y qué es lo que hace aquí?

Y en el cercano palacio encendido

se extinguió la alegría cortesana,

y llenos de temor se santiguaron

en Camelot los caballeros todos.

Pero quedó pensativo Lanzarote;

luego dijo: "tiene un hermoso rostro;

que Dios se apiade de ella, en su clemencia,

la Dama de Shalott".

miércoles, 14 de julio de 2010

martes, 6 de julio de 2010

Favole

"Jamás un ente nocturno sintió algo parecido por otro ser vivo. Ella, que debió ser banquete de inmortales, durmió aquella noce junto al cuerpo helado de Ezequiel, sumergida en las gélidas caricias de la mortandad. Pasaron cientos de Lunas, y ella supo entonces de la condena eterna del ser que salvó su vida. Cautivada por el espectro inmortal, quiso ser partícipe de su desdicha, para beber eternamente de la funesta condenación...
"Sus bocas lucían rojas como rubíes mientras mostraban los colmillos con muecas diabólicas y sus cuerpos céreos giraban alrededor del espectro vampiro, que se habia desmayado en el salón, víctima de aquel embrujo musical. Lentamente, las melodías dejaron de sonar, las carcajadas desaparecieron junto con los fantasmales bailarines, y se hizo el mas profundo silencio, mientras las llamas de las velas perdían fuerza y sumían el ambiente en la más oníca oscuridad..."

"De aquella última madrugada relampageante recordó, ofuscado, la ingenuidad de sus anhelos y contuvo el deseo de destruir todo aquello que, en aquella misma alcoba, rodeaba su inmundicia. Tras un sollozo impotente, el príncipe siniestro continuó evocando su desgracia, remorando arrepentido su cólera, después de rechazar sus súplicas para no condenar su cuerpo a tan pútrida existencia."


Victoria Frances, textos sacados de los libros con titulo Favole

Cascabel

Si cierras los ojos el mundo no desaparece,
solo te vuelves ciega ante el, ante todos sus males y también ante todos sus bienes, aveces me gustaría seguir teniendo la inocencia de una niña, y que todo mi mundo fuera mi pequeño cascabel del que no me separaría por lo ¿feliz? que me siento al escucharlo sonar... Pero ya no soy una niña, se que el mundo existe aunque cierre los ojos y no lo vea, tendré que caminar con los ojos bien abiertos sin soltar mi cascabel, y buscando otros tantos que como él me hagan feliz al escucharlos...